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Hagai Shaham: “La música clásica comunica a las personas de distintos orígenes, culturas, lenguajes y edades, podemos sentir la fraternidad”

28 de junio de 2022


El virtuoso violinista israelí debutará en Chile en un concierto extraordinario del Instituto de Música UC. El jueves 30 de junio abordará con la profesora Liza Chung la Sonata Kreutzer de Beethoven y obras de Mozart, Jenö Hubay y Joseph Achron.

ACTUALIZACIÓN.30-06-22. Los cupos disponibles para este concierto presencial se agotaron esta mañana.

El virtuoso violinista israelí Hagai Shaham (1966) debutará en Chile en un concierto extraordinario del Instituto de Música UC. Invitado por la embajada de Israel en nuestro país, su presentación dará inicio a una gira de más de dos meses, que incluirá conciertos y clases magistrales, además de su actuación como jurado en varias competencias, en distintas ciudades de Alemania, Hungría, Estados Unidos, Turquía y Austria.

“He estado en Argentina, Brasil, México, Panamá y Venezuela, pero no en Chile. Estoy muy entusiasmado”, comenta desde una ciudad cercana a Tel Aviv. “Adoro la idea de actuar por primera vez en Chile y creo que la música, y la música clásica con toda seguridad, comunica a las personas de distintos orígenes, culturas, lenguajes y edades, de manera que a través de esta hermosa música podemos sentir la fraternidad o la amabilidad de los seres humanos”, agrega Hagai Shaham.

Este virtuoso violinista ha actuado como solista con decenas de renombradas agrupaciones, como la English Chamber Orchestra y la Filarmónica de la BBC. Fue elegido, junto con Mischa Maisky, para celebrar el septuagésimo aniversario de la Filarmónica de Israel, con el Doble Concierto de Johannes Brahms y bajo la dirección de Zubin Mehta. Asimismo, es un comprometido formador de las nuevas generaciones: enseña en la Universidad de Tel Aviv y es artista residente de la Stony Brook University de Nueva York.

“Tengo muchas ganas de actuar para las audiencias chilenas”

Hagai Shaham ingresó a las grandes ligas de la música a nivel mundial en 1990, cuando tenía 24 años y obtuvo el primer premio en el reputado Concurso Internacional de la Radio Bávara, en Munich. Ese importante reconocimiento lo conquistó junto al pianista Arnon Erez. Todavía tocamos juntos, después de más de 30 años. De hecho, el día anterior a volar a Santiago, tengo un concierto con él”, revela el violinista.

En Santiago, Hagai Shaham se presentará en ese mismo formato de dúo de violín y piano, junto con la profesora Liza Chung. El concierto se realizará a las 19 horas del jueves 30 de junio, en el Centro de Extensión Oriente (Jaime Guzmán 3.300, metro Chile-España). El aforo será de 240 personas, con inscripción gratuita aquí.

“Creo que todas las piezas del programa son muy hermosas; estoy muy entusiasmado por tocarlas y tengo muchas ganas de actuar para las audiencias chilenas”, asegura el violinista.

“En su época, la Sonata Kreutzer fue la sonata de mayor escala, nadie escribió algo como eso antes”

El programa que diseñó incluye una de las obras más conocidas del repertorio de cámara de todos los tiempos, la Sonata Kreutzer de Ludwig van Beethoven, además de la Sonata en Si bemol mayor, K. 454, de Wolfgang Amadeus Mozart. Igualmente, se escuchará música creada por compositores de origen israelí: Scénes de la Csárda N°4, Hejre Kati, escrita en 1890 por el húngaro Jenö Hubay, y Hebrew Melody, compuesta en 1911 por el polaco-lituano Joseph Achron. Hagai Shaham ha sido un activo agente del rescate del legado de ambos autores en las últimas décadas.

La Sonata Kreutzer una obra tan famosa y, además, importante en la historia de la música de cámara. ¿Cómo es posible que esta pieza tenga algo que decirnos cada vez se interpreta? ¿En qué radica la grandeza de esta obra?

“Lo que ha dicho es cierto para todas las obras maestras. Es parte de la definición misma de clásico, que permanece para siempre. Siempre es igual de bueno, y es un referente. En su época, fue la sonata de mayor escala, nadie escribió algo como eso antes, ninguna de las sonatas de Beethoven, de Mozart o de otros compositores tenía esta escala. Primero que todo, es extremadamente virtuosa para ambos instrumentos, y su duración es extensa. Es una obra de alrededor de media hora y tiene un gran rango de dinámicas y velocidades. Creo que empuja a los dos intérpretes al límite de lo que era posible en ese tiempo. Y, por supuesto, la música es completamente genial. Es una obra maestra que nos sigue conmoviendo 250 años después de haber sido compuesta. Creo que no fuimos desafortunados por heredar diez sonatas para violín y piano de Beethoven”.

Hagai Shaham. Foto: Yoel Levy.

Al diseñar el programa, ¿por qué eligió también la Sonata K. 454 de Mozart? ¿Cómo dialoga con la Sonata Kreutzer de Beethoven?

“Cada una de estas piezas es una obra maestra de un compositor genial. Mozart es anterior a Beethoven quien fue un paso más adelante con un violín mucho más virtuoso. Los programas son un poco como la comida, tienes primer y segundo plato, y tienes postre, y así puedes tener muchas combinaciones muy buenas. Intenté que no hubiera dos piezas en la misma tonalidad, así que tenemos una en Si bemol y una en La. La sonata de Mozart parte con un largo, que es un inicio hermoso, y luego viene el allegro, con el más divino segundo movimiento, que es de lo mejor de Mozart, y un rondo, que es muy alegre, como último movimiento. Creo que este programa debería funcionar muy bien. La obra de Mozart es menos conocida que la de Beethoven, la sonata de Beethoven es la pieza central y después tenemos dos obras que funcionan como el postre”, ríe.

“Es muy interesante encontrar piezas anónimas, que son hermosas, que tú las descubres y las traes de vuelta a la vida después de cien años”

Hablemos de los compositores de origen israelí que serán parte del programa. Está Hebrew Melody de Joseph Achron, un compositor del cual usted grabó la integral con Arnon Erez, para Hyperion en 2012, ¿no?

“Grabamos dos cedés, con la mayoría del repertorio, pero no es la integral. Porque él escribió algunas otras cosas tempranas. Con Arnon Erez grabamos también las dos sonatas de Fauré y la integral de Bloch”.

Usted encontró muchas piezas desconocidas de Joseph Achron en la Biblioteca Nacional de la Hebrew University de Jerusalén. Y se dedicó a difundirlas, tocándolas y grabándolas. ¿Qué es lo que tiene este compositor que lo hizo comprometerse con su legado?

“Una vez toqué una de sus piezas más famosas, Hebrew Melody, que la voy a tocar en Santiago, y que es muy hermosa, muy conmovedora. Entonces escuché a mi padre decir que toda su colección había sido botada a la basura y alguien la encontró y la donó a la Biblioteca Nacional en Israel. Fui a revisar y efectivamente estaba todo allá; era una historia verdadera. Se salvó por un milagro, por azar. Entonces hicimos un proyecto de grabación porque nadie había tocado estas piezas, de manera que muchas de esas grabaciones son los primeros registros de las obras. Dos de las piezas, incluso, yo las copié de los manuscritos, nunca habían sido publicadas. Hicimos un primer CD en 1997 y después grabamos otro CD con cinco de sus suites. Pero también he hecho proyectos con otros compositores; creo además de las piezas famosas que tocamos todo el tiempo, es muy interesante encontrar piezas anónimas, que son hermosas, que tú las descubres y las traes de vuelta a la vida después de cien años o el tiempo que sea”.

Además de Hebrew Melody de Joseph Achron, incluyó en el programa Scénes de la Csárda N°4, Hejre Kati, de Jenö Hubay. Imagino que también hay una conexión emocional con sus propios orígenes. ¿Qué nos puede decir de los lenguajes de estos dos compositores de origen hebreo?

“Como dices, Hebrew Melody es, por supuesto parte, de mi herencia. Y Jenö Hubay fue profesor de mi profesora, siento que es como mi abuelo musical, de alguna manera siento que pertenezco a este linaje Jenö Hubay estrenó junto con Brahms sus sonatas, así que fue muy importante. Grabé cuatro CDs con su música, incluyendo todas las Scénes de la Csárda, que son 14. Fue un gran Proyecto y en ese momento era muy difícil accede a las partituras. Fui buscando en diferentes bibliotecas alrededor del mundo, consiguiendo los permisos para copiarlas; fue muy complicado. Es música basada en el folclor, un poco como Joseph Achron; arreglos para violín y piano, o para violín y orquesta. Pero no es como Bartók, que realmente hizo un trabajo etnomusicológico. Hubay simplemente tomó melodías e hizo preciosos arreglos. Es música que llega directo al corazón y es muy emocionante. Las obras de Achron y Hubay son muy virtuosas, por supuesto, porque ambos eran violinistas fantásticos, de manera que su música es muy idiomática. Creo que estas obras se complementan muy bien con Mozart y Beethoven”.

Usted tiene una constante actividad como solista invitado por diversas orquestas. Pero también trabaja con el pianista Arnon Erez y como miembro del Shaham-Erez- Wallfisch Trío. ¿Qué es lo que más le interesa de la música de cámara?

“Creo que es parte de la misma profesión. Uno toca muchas cosas durante su vida y la buena música es sencillamente buena música. Creo que la música de cámara es quizás incluso más pura que el trabajo como solista, porque es más íntima y todos los compositores famosos escribieron música de cámara de excelencia. En Santiago será un recital de violín y piano así que me encontraré con Liza Chung y prepararemos el programa en tres días y medio. Creo que la música es como un lenguaje así que si estás familiarizado con el lenguaje te comunicas sin problemas con tu colega o con tus colegas, con el director, con la orquesta. Lo interesante es que también te comunicas con la audiencia a través de la música, en una forma emocional. Estoy muy agradecido de poder ejercer esta profesión que es también mi hobby, lo que me gusta hacer”.

Para usted, además, es bastante importante enseñar. ¿Le entusiasma la clase magistral que ofrecerá el miércoles 29 de junio en el Instituto de Música?

“Por supuesto. Es el resultado de una alianza entre la Universidad de Tel Aviv y la Universidad Católica y del esfuerzo de la embajada de Israel. Fui el único profesor que pudo encontrar dos jornadas en estos días. Estoy feliz de iniciar lo que espero que sea una relación de largo aliento de las dos universidades”.

¿Qué nos puede adelantar de la clase magistral?

“Como soy profesor de violín, escucharé a tres estudiantes de violín y les enseñaré de acuerdo a cómo ellos tocan y qué es lo que necesitan. No voy con una agenda preparada y será una clase abierta de manera que los otros estudiantes también podrán escuchar lo que hacemos. La idea es dar distintos puntos de vista sin contradecir el muy importante trabajo que sus profesores hacen a lo largo de todo el año. Puesto que vengo desde afuera escucharé con diferentes oídos y veré con distintos ojos para decir lo que tenga que decir. Con suerte, serán cosas que se quedarán pensando y quizás las implementen más adelante”:

Usted fundó la Ilona Fehér Foundation. Imagino que su profesora fue muy importante para usted.

“Sí. Yo fui uno de sus últimos estudiantes, cuando ella murió, en 1998, yo era su estudiante de mayor edad. Era una gran profesora, formó a Shmuel Ashkenasi, Pinkas Zukerman, Schlomo Mintz, o sea, a grandes violinistas. Ella nació en 1901 y estudió con Jenö Hubay, quien fue el fundador de la escuela húngara. Después de que murió, con mi muy buen amigo Ittai Shapira, que era también violinista y compositor, fundamos juntos la Ilona Fehér Foundation para ayudar a los violinistas jóvenes israelíes en el inicio de sus carreras; básicamente, para apoyar el violín israelí. Fehér tuvo muchísimos ofrecimientos para enseñar en todas partes del mundo, y eligió Israel como su proyecto de vida, vino para acá en 1949 después de la guerra, recibió de Ben-Gurión, que era el primer ministro de Israel, un muy modesto apartamento y allí vivió hasta sus últimos días. Sentimos que su nombre debe ser también relevado. Ahora en julio, pocos días después de que actúe en Santiago, voy a ser el presidente de la cuarta edición de la Ilona Fehér Competition”.

 

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