José Manuel López López: “He intentado transmitir humildemente la dureza, la belleza, y la emoción del Quijote”

11 de junio de 2021


El 15 de junio, Música UC estrena en Chile Taclam, obra en homenaje a Miguel de Cervantes de este compositor galardonado con el Premio Nacional de Música de España en 2000, en un concierto para ensambles con flautas que incluye primeras audiciones de obras de Morton Feldman y Yassen Vodenitcharov.

photo_camera "Siempre me ha interesado la manera en que Cervantes muestra la dureza y la belleza del mundo, cómo es el mundo en realidad", declara el compositor José Manuel López López.

El Instituto de Música UC estrena el martes 15 de junio una nueva producción en streaming, dentro de su 57ª temporada. A las 19:00 horas, a través de Musica.uc.cl, se presentará un concierto grabado en el Centro de Extensión Oriente con los más exigentes protocolos sanitarios.

El programa “Taclam, lenguajes diversos en ensambles con flautas” incluye el estreno de tres obras en nuestro país. Taclam, de José Manuel López López; Trío, de Morton Feldman, y Cantos del arroyo, de Yassen Vodenitcharov. El programa se completa con Divertimento de Charles Koechlin. Actuarán Karina Fischer, Guillermo Lavado y Jesús Solís, en flautas, más Gonzalo Beltrán y Miguel Ángel Muñoz en violines, Penelope Knuth en viola y Celso López en violonchelo. La dirección de Taclam estará a cargo de Aliocha Solovera.

Justamente el remate del concierto es Taclam, de José Manuel López López (1956), quien es uno de los compositores españoles más gravitantes de la actualidad y obtuvo en el año 2000 el Premio Nacional de Música de España, en reconocimiento a su producción creativa y su vocación pedagógica.  Se la comisionó el Festival Cervantino en 2016, con motivo del cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, y el nombre de la obra es una sigla, un acrónimo de los dos conjuntos para quienes escribió la obra: el Trío d’Argent y el Cuarteto Latinoamericano.

“La independencia y la soledad de Cervantes, como escritor, yo la conecto con el compositor. Es exactamente la misma sensación; un compositor es una persona solitaria, obligatoriamente solitaria para poder hacer su obra. Y esta es una conexión fundamental, ahí me siento muy próximo de Cervantes, porque es así la vida del artista”, comenta José Manuel López López desde París, donde reside hace más de 30 años.

"La independencia y la soledad de Cervantes, como escritor, yo la conecto con el compositor", confidencia José Manuel López López.

La Academia de Bellas Artes Francesa-Instituto de Francia le acaba de conceder el Premio de Composición musical 2021 de la Fondation Simone et Cino Del Duca, y López López es profesor en la Universidad de París VIII y en el Conservatorio de París, su obra es abundante y va desde piezas solistas y de cámara hasta creaciones sinfónicas y óperas, y ha escrito también obras mixtas, electrónicas y para formatos multimedia. Entre las decenas de agrupaciones que le han comisionado obras se cuentan el Ensemble InterContemporain, la Orquesta Sinfónica de Bamberg, Les Percussions de Strasbourg y el ensemble 2e2m, solistas como el pianista Alberto Rosado, y orquestas como la Nacional de España, la Nacional de Francia y la Tokyo Sinfonietta.

La pandemia, por cierto, ha ralentizado la programación de sus obras. López López había sido nombrado compositor residente en el Centro Nacional de Difusión Musical de España para el año 2000, y de los 15 conciertos programados sólo se realizaron cuatro. Sin embargo, algunas de las obras pospuestas ya se han materializado. Entre lo más complejo, menciona las dificultades de hacer clases online a sus alumnos de París VIII y en el Conservatorio de París, y la pérdida de amigos, por el virus.  “Ahora, desde el punto de vista de la producción, ha sido muy interesante. He compuesto muchísimo, porque no se podía salir de casa, entonces he estado trabajando y tengo nuevas obras terminadas, escritas”, reconoce.

"Es una inmensa satisfacción el poder escuchar mi música tocada por músicos de la altura de los que van a participar en este concierto. Estoy muy contento, muy feliz" - José Manuel López López.

Los intérpretes que trabajan en la música contemporánea suelen destacar lo relevante que es para ellos poder dialogar con un compositor vivo, preguntarles cosas como ¿qué es lo que quiere usted decir, acá? ¿Cuán importante es para usted el trabajo con los intérpretes?

“Pues es importantísimo, yo creo que las obras se construyen justamente en los ensayos y en las ulteriores interpretaciones de la obra, porque en realidad una partitura es un proyecto. Es un proyecto estético muy preciso, pero cuando esa partitura llega a la realidad, cuando los músicos la hacen sonar, pues hay muchas cuestiones que funcionan bien, otras que funcionan menos bien, otras que dependen de cuestiones temporales, de espacio o de resonancia. Afortunadamente, en el trabajo con los propios músicos es fantástico poder decir ‘esta polifonía en realidad está construida de tal manera muy precisa, pero yo quiero que este elemento resalte más, que éste resalte menos, que esta textura granular que aparece en este registro grave o agudo salga con más presencia’. Todo esto uno lo piensa cuando escribe la partitura, porque está escrito, evidentemente. Pero luego, el que estén claros a veces no es tan fácil. Entonces es importantísimo. Por ejemplo, yo he trabajado muchísimo con Alberto Rosado, que conocéis bien en Chile y que es fantástico pianista, y muchísimas cosas las hemos podido verificar, que es mejor de esa manera o de otra, igualmente con un percusionista extraordinario, Miquel Bernat, quien es valenciano, pero vive en Oporto y tiene un grupo de percusión que se llama Drumming. Yo le escribo obras y él las toca y luego hablamos. Me dice ‘Mira José Manuel, yo creo que podemos mejorar, podemos cambiar este timbre de esta manera, de esta otra’, y eso es fantástico, el poder no solamente dejar una partitura escrita, sino una partitura que ha sido corroborada, que ha sido mejorada, que ha sido elaborada, por así decir. Es muy importante que el compositor se explique tanto en cuestiones técnicas como en cuestiones profundas, más poéticas, más de energía, de gesto. Esto no se puede describir claramente en una partitura, son emociones que salen a veces, y a veces no, y el poder comunicarlo de manera verbal a los intérpretes, pues es fantástico”.

¿Qué representa para usted ser programado en la temporada del Instituto de Música UC? ¿Cómo es su vínculo con Chile y con el Instituto de Música UC?

“Pues es para mí una alegría enorme, porque en Chile tengo muchísimos amigos, desde hace muchos años, ya que participé también en otros conciertos, conferencias y algún curso al que me invitó el Instituto de Música de la Universidad Católica. Desde entonces he mantenido relación con muchísimos compositores, directores y grupos de Chile. Además, en París, donde vivo hace más de 30 años, he tenido también muchos alumnos chilenos, con lo cual es una inmensa satisfacción el poder escuchar mi música tocada por músicos de la altura de los que van a participar en este concierto. Agradezco profundamente a Karina Fischer y Guillermo Lavado. Estoy muy contento, muy feliz”.

José Manuel López López, en una visita de 2004, en el Instituto de Música UC. Foto: Archivo del compositor.

La obra Taclam, se la encargaron para el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. ¿Cómo trabajó, musicalmente, en torno a esta figura literaria?

“Siempre me ha interesado la manera en que Cervantes muestra la dureza y la belleza del mundo, cómo es el mundo en realidad. Frente a una obra de tal magnitud como la suya, he intentado transmitir humildemente esta sensación de cómo un compositor puede, a través del sonido y a través del espacio, porque evidentemente el sonido es espacio también, y a través del tiempo, porque la música es tiempo, transmitir pues esa dureza, esa belleza, y esa emoción. La obra empieza, curiosamente con el cuarteto de cuerdas balanceando los arcos, de izquierda a derecha, marcando unos ritmos, a veces sincrónicos y a veces asincrónicos: he querido representar a los famosos molinos de viento. Pues la obra empieza así, y después hay unas palabras que los propios flautistas van diciendo mientras tocan, son palabras cogidas del Quijote y que el viento va distorsionando. Entonces tenemos, por una parte, esos gigantes de los molinos de viento, y por otra parte ese contenido, esa expresión que el viento va igualmente modificando y transformando a través del timbre, a través de los instrumentos que utilizo”.

Hay ahí un concepto fundamental del Quijote que es su heroísmo efímero. Todo lo que él dice, parece que nadie nunca más lo fuera a oír, sus reflexiones más profundas se pierden con el viento, por eso los molinos son molinos en el relato. Es interesante que usted trabaje con un concepto simbólico y literario, siendo que tal vez no tiene afición por la música programática. ¿Cómo se siente usted con la música que representa?

“La cuestión de lo programático es larga e interesante. Yo tuve una primera etapa de mi trabajo como compositor en la que negaba esta idea, o sea, yo pensaba como Stravinsky, que decía que el compositor a la nota, y como Boulez, que el compositor se ocupe de la nota y que el resto es otra cuestión ajena a la música. Yo pensaba ‘Voy a trabajar única y exclusivamente con notas y con conceptos estrictamente musicales, de procesos, progresiones, inversiones, reprogramaciones, transposiciones, modulaciones, métricas, temporales’. Pero en algún momento tuve la fortuna de recibir una beca del Gobierno francés para ir a Japón y entonces estuve medio año viviendo en Kioto. Allí me encontré con una cultura completamente distinta a la mía, y que transmitía unas emociones, una poesía, unas imágenes, una belleza estética que a mí me impresionaron muchísimo. En teoría, tenía que haber escrito una larga obra, de unos 20 a 25 minutos en esos seis meses, y no lo hice. Me empapé de visitas a templos, a islas, a restaurantes de sushis y de todo lo japonés, y escribí una cortita obra de tres minutos, solamente para guitarra. Después, con el tiempo, empecé a escribir aquella obra que tenía que haber escrito en Kioto, y salió una obra que estaba inspirada en haikús japoneses de distintas épocas. Y bien, esta inspiración de lo externo, de lo no musical, para mí fue una revelación. Por una parte, encontré unas puertas hacia unos territorios que de ninguna manera hubiera imaginado, musicalmente hablando, y por otra, me fue muy útil para todo el sistema de estructura que yo tenía ya organizado conceptualmente, pues, poderlo imbricar junto con esta poesía. Yo siempre digo que es una manera de algoritmizar la poesía y de poetizar el algoritmo. En realidad, yo creo que la música es eso, es una organización muy precisa de alturas, intensidades, ritmos, timbres, pero que tiene que estar muy, muy, muy estructurada, y al mismo tiempo eso tiene que abrir unas puertas hacia otras dimensiones que no son solamente musicales. Y bien, es curioso que en las obras que inspiro de esta forma, la mayor parte de las veces no aparecen los haikús, simplemente son puntos de apoyo para mí. Del compás tal al compás cual, estoy influenciado por este material, por esta idea, por esta emoción poética. Y bien, lo sigo utilizando muy a menudo”.

Antes de ese punto de inflexión en su carrera, de la música “pura” a la que tiene referencias extra-musicales, que fue en 1997, con la estadía en Kioto, usted había estudiado con personalidades muy relevantes: Luigi Nono, Franco Donatoni, Olivier Messiaen y Pierre Boulez. Son cuatro gigantes con lenguajes, estéticas y un uso de recursos muy diferentes. ¿Cómo fue para usted la experiencia de interactuar con ellos?

“Pues fue muy enriquecedora, porque finalmente yo extraje y sigo extrayendo de estos gigantes, las cosas que a mí me son útiles para para mi camino. En la estética de Donatoni hay una maestría desde la elaboración de la figura, que a mí me parece fantástica, yo lo admiro por esa orfebrería de la articulación de las figuras y de las notas. En Pierre Boulez hay un sentido de la verticalidad y de la organización del sistema serial de una manera muy personal, que a mí me interesa como sistema de polaridades y de cuestiones de multiplicaciones, de acordes, todo este sistema que él utilizaba. De Luigi Nono pues, igualmente, está esta idea de un tiempo que no es tiempo, que son otras dimensiones, con todas esas maneras de ver tan distinta la música que a mí me han sido muy útiles para construirme a mí mismo, porque evidentemente es el propósito principal, en mi caso y en el de cualquier compositor”.

Este concierto se grabó con todos los protocolos sanitarios, en el Centro de Extensión Oriente. Foto: Felipe Ramos Taky.

Taclam será estrenada en Chile en el concierto del 15 de junio, ¿Qué reflexión suya podría guiar a los auditores, respecto de cómo esta obra apunta al Quijote y las sonoridades que van a encontrar?

“Esta obra apunta al Quijote, por supuesto, pero con una búsqueda, con una investigación musical constante. Yo, como compositor, una vez que tengo algo descubierto, es decir, una manera de escribir, una manera de organizar la forma o una manera de organizar la verticalidad, por ejemplo, no me resigno a reutilizarlo sistemáticamente. Me interesa mucho el renovar constantemente mi lenguaje y, sobre todo, a partir de un momento dado, que fue cuando vine a París, para mí es muy importante el concepto de entrar en el sonido, es decir, no solamente utilizar las notas o las escalas cromáticas o en cuartos de tono, en octavos de tonos, en diferentes divisiones de la octava, sino realmente entrar en la materia misma, en la genética del sonido y a partir de ahí ver lo que está pasando, de la misma manera en que sabemos lo que está pasando biológicamente en una planta o en nosotros mismos, con un análisis de cualquier género, pues lo mismo ocurre en el sonido. Esta entrada en el sonido supone que uno se encuentra con unas dimensiones que son distintas de las habituales. Si pensamos desde los tiempos cósmicos hasta llegar a nuestro concepto de tiempo, historia, música, forma, frase, figura, pues llegamos a la nota, y esa nota en teoría sería el último límite musical a partir del cual hay que construir todo el resto del edificio. Pues no. Así como en un análisis de nuestra biología, o de un mineral o de una planta aparece un mundo nuevo gigantesco, que es el micromundo, eso también sucede al interior de una nota. En el micromundo de la materia están los átomos, los neutrinos, los neutrones, y nosotros, con la física cuántica, hemos llegado a un punto en el que somos conscientes de la materia. El hecho de que el compositor pueda acceder a esa materia interior, a esos átomos, a esas partículas de sonido, cambia completamente la estética. En este sentido, en Taclam, como en muchísimas otras obras mías, se van a escuchar unas texturas microscópicas, realmente de sonidos con los lletes de los arcos, con texturas de las flautas que se superponen a esas texturas del cuarteto de cuerdas, y que construyen un mundo microscópico de partículas y que es una nueva forma de abordar la polifonía. Es decir, ya no es una polifonía a la Bach, a la Brahms o a la Beethoven, que son maravillosas, sino que es una polifonía que incorpora otras dimensiones microscópicas. Son dimensiones que evidentemente van a progresar, pues los compositores estamos descubriendo qué es lo que está pasando ahí adentro. Si tengo que resumir, es entrar en ese mundo cuántico de la música e intentar mostrar qué es lo que ocurre ahí, cómo hay choques de partículas, movimientos, distintas capas polifónicas, distintas capas de tiempo. Porque en realidad la música es tiempo, todo es tiempo. Cuando hablamos del tempo de un adagio, un andante, una negra 60, una negra 90, una negra 73,5, eso es tiempo. Pero cuando estamos hablando de un Do, un Fa, un Re o un Si bemol, eso también es tiempo, porque son frecuencias; un La son 440 Hz con 440 vibraciones por segundo, que es tiempo. Entonces, para mí es capital que todos esos niveles temporales, desde la frecuencia hasta las partículas, hasta la forma, estén relacionados y que haya líneas de conexión entre una zona y otra de esos campos temporales”.

Gonzalo Beltrán y Penelope Knuth, en violín y viola, respectivamente. Foto: Archivo Música UC.

Los auditores que estarán atentos a este concierto en streaming, van poder tal vez reconocer al inicio, las aspas de los molinos del Quijote, en las cuerdas, y también las palabras del Quijote, que se van volando con el viento, a través de la interacción con las flautas. Más allá de estas referencias, ¿a qué les recomienda usted que estén atentos, en esta experiencia sonora, respecto de esta nueva forma de construcción de una polifonía y también respecto de estas nuevas dimensiones de tiempo y de espacio que usted busca como compositor?

“Creo que la audiencia se debe abandonar un poco a la escucha de manera general, y luego eso que ha dicho usted, abrir el concepto de polifonía a otras dimensiones. En el tiempo actual todos sabemos que estamos entrando en lo microscópico, en la cuántica, en la física cuántica de la materia. En la música está ocurriendo exactamente igual. En la música, a partir de un momento dado, pues los compositores descubrimos que la nota no es solamente la nota, sino que hay muchas cosas dentro de la nota. Y dentro de ese interior hay también muchos elementos rítmicos, muchas partículas, en el sentido físico del término, partículas que se mueven y que aparecen en mi obra. Hay muchísimos elementos que ya no hay que comprenderlos como ritmo, sino realmente como partículas en movimiento hacia todas partes, y choques entre esas partículas en trenzadas texturas. Entonces una manera de escuchar esta obra es intentar percibir esas distintas zonas polifónicas, hay zonas muy grandes, con articulaciones mayores, hay zonas de frases pequeñas de figuras, que se perciben realmente como figuras, y luego hay miles de partículas, porque son miles realmente, con los arcos chocando y haciendo lletes, con las flautas haciendo pizzicatos y notas rápidas, haciendo ruidos, etcétera, y todo eso crea una polifonía de partículas”.

Cuatro momentos de un siglo de música: cuatro estéticas

En este concierto se interpretarán piezas compuestas en los últimos cien años, y, además de la primera audición en Chile de Taclam, de José Manuel López López, el programa incluye otros dos estrenos en nuestro país: Trío (1972) de Morton Feldman (1926-1987), que es para flautas, y Cantos del arroyo (2000), de Yassen Vodenitcharov (1964), para dos flautas y dos violines. La entrega se completa con Divertimento (1924) de Charles Koechlin (1867-1950), que es para tres flautas.

"Este concierto nace desde la obra Taclam, como una invitación a la conformación de cuerdas y vientos. Más específicamente, cuarteto de cuerdas y trío de flautas. Obra de 2016 que fue comisionada por el Festival Cervantino a un compositor muy querido, como lo es José Manuel López López, quien nos visitó en Chile en el Primer Encuentro Internacional de Compositores, allá por 2000", comenta Karina Fischer, directora del Instituto de Música UC.

"En torno a esa formación inicial se estructuró el programa, y de allí surgen los tríos de Morton Feldman y Charles Koechlin", indica la flautista. "Feldman tiene una quietud, una calma que también el público va a encontrar en parte de la obra de Yassen Vodenitcharov", agrega. Esta última, Cantos del arroyo, rinde un doble homenaje a Johann Sebastian Bach y Franco Donatoni, según indica en la partitura el propio compositor búlgaro.

Los flautistas Karina Fischer y Guillermo Lavado actuarán en este concierto. Foto: Archivo Música UC.

Fischer señala que en este programa buscan "mostrar obras de lenguajes muy diversos compuestas en los últimos 100 años. Podemos escuchar la modernidad y la nueva música desde sonoridades tradicionales y desde creaciones que ocupan las nuevas técnicas y las imitaciones o diálogos entre los diferentes instrumentos. Es también un guiño a los festivales latinoamericanos de música, como el Cervantino de México y el A Tempo de Caracas, a cuya versión 2007 fue dedicada Cantos del arroyo", explica Karina Fischer.

El compositor Aliocha Solovera, subdirector Académico del Instituto de Música UC, estará a cargo de la dirección de Taclam, la obra de José Manuel López López. “Lo interesante es la manera como él acota los medios composicionales, yo diría casi de una manera bastante radical, porque renuncia casi por completo a las técnicas tradicionales de ejecución instrumental. Trabaja básicamente con técnicas extendidas, y ésas son tratadas de manera de manera acotada para conseguir mayor unidad sonora”, comenta el profesor.

Destaca, además, que esa unidad sonora López López la logra “desde sonoridades muy heterogéneas, que incluyen mucho ruido, alturas sacadas de espectros, que es algo que proviene de la música espectral, y a partir de eso genera texturas homogéneas y logra fundir sonoramente al grupo instrumental. También logra variedad y diversidad, pese a lo acotado del material”.

Asimismo, Solovera agrega una reflexión. “Recuerdo que hace años, cuando estuvo acá, José Manuel López López hablaba de una especie de anorexia que afectaba a la música contemporánea. Aludía a que, en el presente, a pesar de que aparentemente contaban con ilimitados recursos composicionales, los compositores tienden a auto-limitarse, muchas veces motivados por una aprensión o por el peso de la historia, por no querer alimentar su música con recursos asociables a la tradición clásico romántico, ni con recursos que se puedan considerar sobre explotados en la música del pasado. Y creo que un poco de eso se ve en esta obra que también busca acotar estos medios y recurrir a medios o recursos menos convencionales”.

Jesús Solís, profesor de la cátedra de Flauta de Música UC, participa en tres de las cuatro obras programadas en este concierto. “El espectador tiene que estar mentalizado de que no es música clásica, no es el típico Mozart o Beethoven, sino que es música contemporánea y el atractivo aparece en las texturas, las sonoridades y los efectos que uno puede escuchar en las obras. Por ejemplo, la música de Feldman es muy llana, y la obra que vamos a tocar de él son casi puras notas largas, y las disonancias y las vibraciones que produce eso le dan atractivo a la música. Es una pieza que llama a sentir y a escuchar ese letargo”, comenta Solís.

En tanto, sobre Divertimento de Koechlin, destaca que “es una obra bellísima, donde el compositor pasa la voz de una flauta a la otra. Es mucho más compleja, porque se requiere un trabajo de afinación, de imitación y de juego entre las flautas, así como muchos caracteres, de repente son melodías más tranquilas, de repente son más divertidas, como un scherzo”.

"En la música contemporánea, el atractivo aparece en las texturas, las sonoridades y los efectos que uno puede escuchar en las obras", advierte el flautista Jesús Solís. Foto: Archivo Música UC.

En cuanto a Taclam, Jesús Solís confiesa que, cuando la empezó a estudiar, solo, “había cosas que no me calzaban, que no entendía por qué. Pero cuando tuvimos el primer ensayo juntos, todo encajó. Todo tuvo sentido”. El flautista reflexiona al respecto: “Eso es lo interesante de la música contemporánea, por muy familiarizado que uno esté con este lenguaje, con cada obra nueva siempre va a haber un desafío que uno tiene que resolver. Como intérprete, uno debe tratar de ponerse en el lugar del compositor y expresar lo que él quiso; ser un fiel traductor de lo que escribió en la partitura, para el público. En la música contemporánea puede no haber un discurso melódico, como en otras épocas y estilos, pero igualmente hay un discurso y una intención dentro de la música, que hay que lograr”.

 

 

 

 

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